domingo, enero 22, 2012

Cartas al Diablo II

Querido Satán:

Ya te dije que volvería, ¿o es qué pensabas que rechazaría la tentación de desahogarme contigo? Ya ves que no.

Hace poco te conté lo que pienso de esta mierda de existencia, y también te hablé del profundo odio que siento contra nada en concreto, y todo en general: este era el contenido de mi primera carta. ¿Te gustó? Me pregunto si en realidad te interesa, si te das cuenta de que me estoy dirigiendo a ti, si sabes quién soy yo. ¿Sabes mi nombre? Seguro que sí. Yo lo odio. Los que me conocen saben que no deben llamarme por mi nombre, porque me pongo muy nervioso, y esa gente que dicen ser mis amigos, simplemente se dirigen a mí como “Tú”. Pero me gusta firmar como Caín, el asesino de su hermano. ¿No es perfecto para mí? Yo, que tanto odio siento para los que son como yo. Yo, Caín.

Si estás leyendo esto, ya te habrás dado cuenta de que soy diferente de las demás personas. ¿Tengo yo la culpa de ello? Pero ya estoy presuponiendo que hay un culpable y eso no es cierto: ser diferente no es malo, aunque haya tantos que lo crean. Esa gente atada a su actitud convencional, moral convencional y aspecto convencional, solo tiene miedo de que se pueda cambiar aquello en lo que han creído firmemente durante toda su vida. Algunos se refugian en la iglesia y rezan. A la mierda con la Iglesia, a la mierda con el Papa. No pueden hacer volver a Dios por mucho que quieran, y desde luego no con esos argumentos: ¿qué es eso de que iré al infierno si me pongo una goma? Seguro que el infierno está vacío, ¿a qué si? Porque ya no hay dios que mande a nadie allí. La iglesia no tiene poder sin un respeto irracional hacia un Dios muerto de quien cada vez más gente se ríe a la cara. Aunque también están los típicos curas “curas progres” que con sus sermones parecen decir: “JESUCRISTO S.A., este es mi negocio”.

A la mierda con todos ellos, y a la mierda contigo también, querido Satán, ¿o es que creías que ibas a venderme tu propio producto?

Ah, bueno.

¿Sabes? Cada día que pasa estoy un poco más orgulloso de lo que soy, de lo que he hecho de mi mismo. Y lo que más me gusta es sentirme alejado de todo lo que detesto, aunque la mayoría de la humanidad no tiene el suficiente cerebro para entenderlo, o más bien la suficiente personalidad. Una personalidad propia, quiero decir. Porque lo que poseen es una personalidad común, compartida: visten lo que viste la mayoría, escuchan lo que escucha la mayoría, y en general les gusta lo que a la mayoría le gusta: el convenio secreto de los borregos. ¿Secreto? No. En realidad es un acuerdo obvio, pero reconocerlo sería absurdo.

Bueno, creo que por hoy es suficiente. Con todas las cosas que te estoy contando ya te irás haciendo una idea sobre mí. No sé si te caeré bien o no, pero no hay nadie más a quien pueda hablarle de estas cosas y sé que tú eres el único que me entiende…

Hasta la próxima.

Caín.